domingo, 11 de abril de 2010

FANTASMA II


FANTASMA
Dos hermanos (interpretados por un solo actor que se desdobla en ambos).

-¿Hablamos?
-¿De qué?
-No sé, de lo que sea.
-¿Por qué?
- Ya es hora.
(Pausa)
-Nunca lo hemos hecho.
-Por eso, ya es hora.
-¿Servirá de algo?
-De algo servirá.
-¿Y por donde empezamos?
-Por ti, por ejemplo.
-¿Y por qué no por ti?
-Me da igual.
-No, no te da igual.
-Ya estamos.
(Pausa)
-Nunca nos hemos querido, ¿verdad?
-Caramba, ese es un buen comienzo.
-Ya, pero es así, ¿no?
-¿Que quieres decir con “querido”?
-No sé, se supone que los hermanos se quieren.
-Nosotros nos llevamos bien, siempre nos hemos llevado bien, nunca hemos tenido peleas ni conflictos.
-Ya…
-Siempre nos hemos respetado, no nos hemos traicionado.
-Ya…
-Nunca ha pasado nada entre nosotros.
-Ya…
-Ya.
(Pausa)
-Somos una familia de fantasmas.
-¿Cómo?
-Sí, somos como la familia de “Los otros”.
-No me gusta Amenábar.
-Lo sé, es nuestra mayor discrepancia.
-¿Qué quieres decir con nuestra “mayor discrepancia”?
-Nada, déjalo.
-¿Qué quieres decir con que somos como “Los otros”?
-Que, como familia, existimos sin existir. Como familia, somos incorpóreos, insustanciales. Podríamos desaparecer si se abriera una puerta de golpe y enterase una corriente de aire un poco fuerte. Somos como una aparición, como espectros, inmateriales. Tal vez en nuestras fotos familiares ni estemos.
-…
-Me acuerdo que yo antes, con papá, me daba la mano.
-¿Qué?
-Cuando nos saludábamos, si hacía tiempo que no nos veíamos, nos dábamos la mano. ¿No te acuerdas? ¿Contigo no hacía lo mismo?
-Pero ahora ya no es así, ahora nos damos dos besos.
-Sí, ahora nos damos dos besos, ahora que él tiene casi setenta, yo cuarenta y tu treinta y muchos, pero cuando nos damos dos besos, yo siempre pienso que antes nos dábamos la mano, ¿entiendes? Eso ya no se puede borrar, quedó ahí, como símbolo.
-Siempre hemos sido muy independientes.
-Sí.
-Sí.
-¿Y?
-…
(Pausa)
-Creo que tú me tenías un poco de manía cuando éramos pequeños.
-¿Te parece?
-Creo que envidiabas un poco mi personalidad y por eso me tenias un poco de manía.
-Puede ser.
-¿Jugábamos juntos?
-No me acuerdo.
-Supongo que lo hacíamos, somos hermanos, los hermanos juegan juntos cuando son pequeños.
-Me acuerdo sin acordarme. ¿Lo ves? Como un fantasma. Me pasa con todo, me acuerdo de las cosas sin acordarme, de una forma muy difusa, muy imprecisa, desvaída, deshilvanada. Mi mujer dice que nunca podrá saber nada de mi pasado. Mi memoria es como un agujero negro, se traga todos los recuerdos y no sé que hace con ellos. Creo que todo tiene que ver con lo mismo.
-¿Con que mismo?
-Con cómo somos como familia. Con lo que te decía al principio de que nosotros no nos queremos. Mamá, papá, tú, yo. Nos queremos sin querernos. No digo que sea algo malo. Quiero decir que es lo que es, pero tiene sus consecuencias.
-También te burlabas de mí, me llamabas orejudo, cuando éramos pequeños.
-Sí, me acuerdo, de eso sí me acuerdo. Es raro, en las relaciones entre hermanos siempre parece haber algo incondicional, absoluto, muy básico, muy tribal, tanto cuando son buenas como cuando son malas. Suele ser todo muy extremo, aunque no siempre se manifieste así, pero está ahí, como una corriente de fondo, como una base. Es algo que solo pasa entre hermanos, ¿no? Único, especial. ¿Tú sientes eso? ¿Esa corriente?
-Yo era el hermano pequeño y nunca sentí que me protegieras.
(Pausa)
-En el fondo somos un panda de egoístas, con nuestras cosas, con nuestro carácter, con nuestra independencia, pero incapaces de hacer nada de verdad los unos por los otros, de interesarse de verdad, de preocuparse de verdad. Quiero decir, de mojarnos, de pringarnos, de arriesgarnos. Una panda de egoístas cobardes. Nos cubrimos las espaldas los unos a los otros, para evitar los conflictos. Tendríamos que inventarnos conflictos, tendríamos que pelearnos de vez en cuando, aunque solo sea para dejar de ser fantasmas por un rato. ¿Tú has visto alguna vez a dos fantasmas peleándose o teniendo una discusión sobre algo?
-¿Quieres que nos peleemos? Nunca lo hemos hecho. No estamos acostumbrados.
-Quiero que nos pase algo. Tampoco lo hemos hecho nunca. No tener memoria es no tener historia. Como colectivo somos un fracaso. A base de no compartir casi nunca nada, cuando nos vemos forzados a hacerlo o con ganas de hacerlo no sabemos cómo y es muy formal, nada espontaneo, no es de verdad. ¿Sabes lo que creo? Que nos da pereza la verdad, lo real. Hasta todo esto que te estoy diciendo es mentira, es falso, porque son las palabras de un fantasma.
-¿De un fantasma? Estás un poco recurrente con el tema fantasmal.
-Como hermanos somos sin ser, o sea, un fracaso. Siempre he pensado que nuestra mayor virtud es nuestro mayor defecto: no existimos como familia, y por lo tanto, no existimos como hermanos. Supongo que eso es lo que quiero decir cuando digo que somos como fantasmas. Los fantasmas no existen. Tal vez seamos el paso previo a la familia del futuro, en donde los vínculos de sangre se habrán diluido hasta no tener la más mínima importancia. Tal vez seamos el anticipo imperfecto de la futura familia modélica, pero claro, por ahora solo somos como un ensayo de laboratorio, quedaremos para la posteridad como el eslabón perdido de la evolución del organismo familia. No sé qué tiene que ver todo esto con lo que te quería decir.
-Yo tampoco, en el fondo me parece que no dices nada.
-Puede ser, estoy algo confundido. En general, estoy algo confundido ¿Lo ves? Ese es el problema. Me propongo decirte algo porque eres mi hermano, que hablemos de hermano a hermano, en confianza, sin formalismos, y me sale un discurso pseudosociólogico sobre el devenir histórico de la familia. Tenía muchas ganas de reprocharte un montón de cosas y a la hora de la verdad no me sale nada. Es la falta de costumbre.
(Pausa)
-¿La más cariñosa siempre fue la yaya, verdad?
-Sí, la única.
-Ella quería queriendo.
-Bueno, hay muchas formas de querer. Yo sé que mamá nos quiere. De una forma u otra, siempre lo he sabido.
-¿Y papá?
-Papá es una víctima.
-¿Una víctima de qué?
-Una víctima de sí mismo. Como tantos hombres de su generación. Siempre se ha esforzado tanto por ser quien era ante todos y ante sí mismo que no ha sabido ser ni marido, ni padre. Tal vez cuando sea abuelo se reencuentre con su yo familiar verdadero, quiero decir, el que tuvo mientras fue hijo. Porque como hijo sí funcionaba, seguramente porque su madre, la yaya, era la perfecta persona de familia.
-Una víctima y un verdugo. Sus vanos, escasos y patéticos intentos de ejercer como padre dan risa y pena, pero a veces también son muy dañinos porque nunca están motivados por el amor de verdad, sino por el estúpido prejuicio de ser fiel a sí mismo. Tienes que tener cuidado, porque eso te pasa a ti también, a veces.
-¡Vaya! Por fin un reproche. ¿Qué quieres decir?
- Que a veces lo importante no es ser uno mismo, sino precisamente lo contrario: dejar de serlo, renunciar a la pretenciosa y falsa idea que uno tiene de sí mismo para ser lo que los demás esperan de uno. Sobre todo si los que esperan son de la familia. Yo muchas veces lo único que espero de ti es que seas mi hermano, y que por tanto te comportes como hermano, igual que muchas veces esperé que papá fuera papá y se comportara como papá. Y nunca lo era, ni cuando lo intentaba, porque claro, no le salía. Recuerdo una vez que me pregunto, así de sopetón, sin venir a cuento: ¿y de chicas que tal? Era la primera vez que intentaba entablar conmigo una conversación no sé si de hombre a hombre o de padre a hijo, pero yo debía tener ya 21 ó 22 años. Yo, que no me acuerdo de nada, tengo una imagen clara y nítida de ese momento, como si fuera ayer. Por aquel entonces yo estaba saliendo con una chica 10 años mayor que yo y bueno, se lo conté, sin entrar mucho en detalles. Me dijo: bueno, está bien, lo único que te digo es que tengas cuidado por la diferencia de edad. No me impactó mucho lo que me dijo, me dijo eso como me podía haber dicho cualquier otra cosa porque yo creo que se sentía en la obligación de decirme algo, ya que había hecho el esfuerzo de preguntar. Lo que me impactó fue que manifestara su preocupación, si es que le tenía, o su curiosidad al menos, por lo que le estuviera pasando a su hijo, y recuerdo que pensé: el intento es bueno pero no va a funcionar, demasiado tarde, ojalá hubiera sido así siempre, que mi padre se hubiera preocupado por mí, en vez de delegar en mamá esa función de progenitores. Me dio pena y tristeza, ese intento de un tipo de cincuenta y tantos años por enfundarse un traje de padre que la quedaba grande. Parece que se hubiera leído un capítulo, solo uno, de un manual de “ser padre hoy” y estuviera haciendo prácticas. No coló. En el fondo creo que fue peor, dejó más en evidencia su incapacidad para ejercer de padre. Supongo que nadie nace siendo padre, uno se convierte en padre a base de ser padre, de ensayar, practicar y creérselo, en un día no te vas a aprender el papel que no te has aprendido en años.
-¿Y yo por qué tengo que tener cuidado?
-Porque a veces das más importancia a lo que tú esperas de ti mismo, que a lo que esperamos la gente que supuestamente te importa. Tuviste suerte con que yo me casara lejos y casi por sorpresa, porque tuviste la excusa perfecta para no tener que decidir si ir a la boda o no. ¿Qué hubiera pasado sin las dificultades de desplazamiento y premura? ¿Hubiera prevalecido tu postura coherente contigo mismo de no ir a ninguna ceremonia matrimonial porque no crees en el paripé o hubieras venido a la boda de tu hermano?
-Eso es un reproche.
-Sí, lo es. Aunque me lo podría hacer a mí mismo y por la misma razón. Yo también tengo que tener cuidado con eso. Es nuestra herencia, el gen egoísta y orgulloso. Hay que tener cuidado con él, te posee y nos puede destruir. Es como una máscara. Si la máscara acaba teniendo más consistencia que tu propia cara acabas convirtiéndote en la máscara. En un fantasma.
(Pausa larga)
-¿Y nosotros?
-¿Qué?
-¿Qué pasa con nosotros? ¿Por qué pudiendo haber tanto entre nosotros hay tan poco? ¿Es también por pereza? ¿Por el gen? ¿Por la máscara? ¿Por Amenábar? Al fin y al cabo somos hermanos, supongo que eso querrá decir algo.
-¿Qué?
-¿Qué crees que quiere decir ser hermano de alguien?
-No sé, supongo que…
-No supongas, inventa.
-Creo que es compartir involuntariamente, lo cual es una fuente permanente de insatisfacción.
-¿Compartir, insatisfacción?
-Sí, no sé, de puro evidente es hasta insufrible. Absurdo. Lo que define, lo único que define a todos los hermanos del mundo, salvando excepciones de pérdida prematura o abandono, es que comparten involuntariamente unos padres y por la tanto un pasado, unas experiencias, una vida en común más o menos larga y acotada en el tiempo. Hermano es aquel con el compartes siempre padres e infancia. O la que es lo mismo, hermano es aquel con el que compartes padres y pasado a la vez. Y eso lo condiciona todo.
-¿Y eso qué?
-Eso nada. Solo que es una realidad condenada al fracaso. La de ser hermanos, digo. Porque se fundamenta en dos ficciones: los padres, esos seres de opereta que nunca son ellos mismos porque el mero hecho de ser padres les ha convertido en otros, y ya siempre serán otros, y el pasado, esa percepción mentirosa y confusa de lo que pensamos que recordamos que creemos que nos pasó. ¿Cómo va a funcionar una relación así? Además ser hermano de alguien te coloca en un plano de igualdad que remata esta situación. Con los padres no pasa lo mismo. En realidad ser hermanos es la cosa más artificial del mundo. La más falsa. La más convencional. Supongo que por eso las relaciones entre hermanos son tan complicadas y simples a la vez. Solo con esa complicación extrema o con esa extrema simpleza se puede sustentar algo tan absurdo y falaz. ¿A quién se le ocurre? ¿Ser hermano de alguien? ¿Hay algo más ridículo? Si lo piensas fríamente hasta da risa. Alguien que sin ser tú es lo más cercano biológicamente a ti, lo quieras o no, y con el que, lo quieras o no, te une algo que, lo quieras o no, es más fuerte que cualquier otro vínculo. Supongo que hasta que tienes un hijo, claro, pero eso ya es otra historia.
-¿Por eso no me quieres?
-Yo no he dicho que no te quiera.
-Tampoco me has dicho nunca que me quieres.
-¿Lo ves? Eso es, ahí está. Como eres mi hermano, aunque no te quiera te quiero y aunque te quiera no te quiero. Es absurdo, no lo entiendo. No entiendo la relación entre hermanos. De todas las relaciones humanas es la menos comprensible para mí. Tal vez sea una tara mía.
(Pausa larga)
-¿Te hubiera gustado tener una hermana?
-¿En vez de ti?
-No, aparte de mí.
-Tal vez, ahora que lo pienso no hubiera estado mal.
-¿Por?
-No sé, las amiguitas, el toque femenino, lo mixto, no sé.
-¿Y en vez de mi?
-No, en vez de ti no. ¿Y a ti?
-No.
(Pausa)
-Bueno, no ha estado mal. Hemos hablado un buen rato.
-¿Tú crees?
-Puede que no nos hayamos dicho mucho, seguramente no nos hemos dicho nada.
-Puede.
-Pero de algo habrá servido, digo yo.
-¿Tú crees?
-Digo yo.
-Para ser la primera vez…
-Podríamos haber llegado más lejos…
-Sí, más allá, más profundo…
-Pero tal vez sea imposible…
-Sí…
-Porque somos hermanos y…
-Ya está todo dicho, ¿no?...
-Desde siempre…
-¿O no?...
-Para ser la primera vez…
-No, no ha estado mal.
(Pausa larga)
-Odio ser hijo único.

No hay comentarios:

Publicar un comentario