domingo, 11 de abril de 2010

REPROCHES ENTRE HERMANOS IV


Ir siempre a la zaga en cuanto a buenas acciones se refiere sería el gran reproche que haría a mis queridas hermanisimas.
Siempre he ido la última. Ya al nacer, no sólo fui la tercera, sino que además salí con tres vueltas de cordón umbilical y morada como un higo, dando problemitas desde el principio.
Y la primera en cuanto a disgustos a mis padres. Cuando tienes dos hermanas que creen en su papel de buenas hijas y trabajan duramente en ello es muy difícil superarlas y más cuando te das cuenta que eso de la “buena hija” debe ser algo genético, que tienes o no tienes, como el color de los ojos. ¿Quien sabe a lo mejor dentro de un tiempo también te puedes operar de eso? “Me gustaría ser una buena hija, a nivel tres, desde la distancia y con extra de memoria para fechas de acontecimientos”.
De momento no es posible.

Una se queda con el negocio familiar, cosa importante y que reportará respeto y honor para las generaciones venideras.
La otra les colma de besos y alegría, cariñosa y divertida donde las haya.
Y las dos con una habilidad especial para idear e incluso organizar originales sorpresas para nuestros progenitores, pero “sorpresas de esas que no se olvidan en la vida”.

¿Que les he ofrecido yo aparte de inquietudes y preocupaciones? La pequeña que con 21 años se fue de casa, a Madrid, una ciudad desconocida, sin trabajo, sin su novio y casi sin dinero. Lo dicho, noches sin dormir y dolores de cabeza.
Me he ganado a pulso el título de REBELDE, CONTESTONA, INDEPENDIENTONA, LA QUE VA POR LIBRE, CON LA QUE NO SE PUEDE CONTAR PARA MUCHO y lo ostento con gracia y orgullo. Me pavoneo delante de ellos con mi medalla y aquí no ha pasado nada. A estas alturas cada uno ya sabe cual es su papel.
Pues eso, siempre a la cola de las buenas acciones, que las he hecho, supongo, aunque ahora no las recuerde.
¿Pero de todo esto tienen ellas la culpa? No lo sé, no creo.
Una vez y por mi orgullo me puse a la par de ellas no sin esfuerzo y tuve que pagarlo durante meses. Mi padre cumplía 65 años y quisimos regalarles una cena-sorpresa. Pues nos gastamos una cantidad de dinero que permítanme, en esa época de mi vida, era una obscenidad, pero ¡!!que sorpresa tan maravillosa con la Silvia y todo que viene de Madrid con su escurridizo novio!!!!.
Y no me refiero sólo a sorpresas materiales sino a detalles de tipo emocional, de demostración del cariño y eso; no suelo ser tan fina, tan afortunada u oportuna como ellas.
En fin, que me gustaría que no fueran tan cuidadosas con ellos porque siento que jamás las podré alcanzar en esa carrera “de buenas acciones de hijas ejemplares”. Vaya comentario egoísta de cojones. Así somos señores, para que lo vamos a negar.

Por otro lado, mis padres siempre dicen que somos las mejores hijas del mundo y que han tenido la mejor suerte de todos. Y yo, por supuesto, estoy incluida.

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