domingo, 11 de abril de 2010

REPROCHES ENTRE HERMANOS III


Cuando estaba en el instituto un amigo me contó que cuando era pequeño, se había metido en una pelea. Unos cuantos le estaban dando de ostias y cuando todo parecía desesperado, apareció su hermano mayor, le defendió e hizo huir a los atacantes. Algo así hubiera sido imposible en el caso de mi hermano mayor, lo primero porque no habría aparecido a tiempo, o simplemente no habría aparecido. Mi hermano es especialista en no estar cuando se le necesita. Lo segundo porque aunque hubiera aparecido seguramente no hubiera hecho nada. Mi hermano es especialista en no hacer nada. Especialista en esperar a que otra persona resuelva el problema. “Se moriría de hambre entre dos panes”, como tantas veces le ha dicho mi madre.

¿Han tenido alguna vez un hermano del que se avergüenzan? Yo sí, mi hermano mayor. Mi hermano era siempre el torpe, él que metía la pata, él que jugaba mal a todos los juegos, él que hacía el comentario embarazoso, el aguafiestas, el que siempre sale mal en las fotos. Ese tipo del que todos se ríen a sus espaldas y también delante de él. Ese era mi hermano.

El pobre esta condenado desde el bautizo. Le llamaron Abilio, como mi padre, como mi abuelo, que nació un veintidós de febrero y por eso le pusieron Abilio. Con un nombre así tienes que desarrollar la personalidad e imponerte a los mil y un chistes que vas a escuchar sobre tu nombre. Pero lo de imponerse no ha ido nunca con mi hermano.

Así que mi hermano era el torpe oficial, en el colegio, en el pueblo, en el parque, etc. Pronto me di cuenta de que su compañía no me convenía, así que en cuanto pude intenté librarme de él. Intenté hacer como si no existiera. Cuando iba al instituto apenas le saludaba y lo mismo hacía en la universidad. No tener relación con mi hermano era parte de mi estrategia para integrarme en la sociedad, y formar parte de las pandillas más interesantes de cada momento.

Me comportaba de una manera cruel. Con el tiempo he pensado que yo debía haber sido el hermano mayor y él el pequeño. Si hubiera sido así quizá cada uno hubiera estado en el papel que le correspondía. Pero pensar eso no tiene mucho sentido. Cada uno tiene que jugar con las cartas que le han tocado, imaginar que si le hubieran tocado otras lo habría hecho mejor, es una excusa como otra cualquiera.

Podría decir que no tengo relación con mi hermano desde la infancia, desde que jugábamos con los “clic” sobre la alfombra de nuestro cuarto. Alguna vez siendo ambos adultos he intentado retomar la comunicación con él, pero no lo he conseguido. Hablar con mi hermano no es fácil para mí, hace tiempo que ni lo intento.

Actualmente el hecho de que mi hermano no afronte los problemas ni tome iniciativas casi es una ventaja. Mi hermano sigue viviendo con mis padres y no tiene intención de marcharse de casa. Mi hermana y yo nunca lo hemos hablado, pero supongo que los dos damos por hecho que va a ser él encargado de cuidar a mis padres ahora que se están haciendo mayores. Algo que nos viene muy bien a mi hermana y a mí, ya que los dos vivimos fuera de donde viven mis padres.

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