domingo, 11 de abril de 2010

MI TÍA JULIA

Mi primer recuerdo de mi tía Julia es de cuando yo tenía unos 6 años: me cogió en brazos. O más bien, lo intentó. Su extrema fragilidad ósea combinada con mi peso considerable se juntaron para derrumbar a la pobre infeliz y dejarla hemiplégica el resto de su vida.

No puedo decir con sinceridad que lamento lo ocurrido.

Como todos sabemos, era una mujer odiosa (bueno, con perdón de las mujeres). Lo mejor que se me ocurre decir de ella es que era una horrible persona. Los que tuvieron la mala fortuna de conocerla no les faltará califiactivos de este tipo: nefasta, maléfica, demoníaca, infame, vil, maloliente, e incluso he oído algunos miembros de la famila referirse a ella como rata sidosa, agujero negro y (algo que nunca llegúe a comprender), carcasa de oruga marchitada prematuramente (debe ser por eso de la mariposa… yo qué sé).

Os recunto algunas anécdotas características de su falta esencial de humanidad y amor… qué amor? consideración esencial por el prójimo, especialmente este prójimo aquí presente:


• Con 7 años, se metía en mi habitación, justo antes de dormirme, y hacía ruidos de miedo – para asustarme. Nada muy sofisticado. Pero cómo lloraba yo! Además, ella decía en voz de miedo: “Nooo le diráaaas naaaada a tus paaaaadres aceeeerca de eeeesto, no harás ruido, porque sooooy el moooonstruo cometooooontos, y te devoraréeeeee! Pffff. Llevo años yendo al psicólogo y sigo sin dormir bien por las noches. Y que nadie aquí me vuelva a llamar TONTO!


• Al cumplir los 12 años, cuando mis seres queridos me regalaban raquetas de tenis, cubos Rubik y juegos de Atari, ella me regaló una sartén de esas de hierro forjado, pesada, medio oxidada, viejísima, y muy usada. Me explicó que con lo feo, gordo e inútil que era, con algo me tendría que defender contra los acosadores, y luego para celebrarlo, me podría freír unos huevos. Qué detalle.


• Durante mis14 años, cuando me empecé a fijar en chicas, de repente fui recibiendo unos sobres en el correo con fotos de chicas guapas – recortes de revistas juveniles. Al cabo de unos meses, cuando ya tenía unas 20 o 25 fotos, llegó mi tía a casa un día y me pregunta: “Qué? Ya has recibido las fotos de mujeres que nunca se fijarán en ti?” Cuando le pregunté porque era tan mala conmigo, me dijo, “Yo mala? Buena suerte tienes tú de que alguien en esta familia de fortalezca el carácter…”


Fortalezca el carácter… Qué pena que no acabé con en ese crucero que hicimos toda la familia por el Mediterráneo; solos, aquella noche en la cubierta, mirando el mar. Nada, un empujoncito. Con lo enclenque que era, no me hubiera supuesto ningún esfuerzo. Ni físico, ni moral. “Y la tía?”, preguntarían mis padres. “No lo sé. La vi por la cubierta hace rato, pero con el viento que hacía… no creeréis que…” Eso. Se la llevó el viento. Ahhh…, qué fácil hubiera sido.


En fin, la tía Julia siguió viviendo muchos años más, como todos sabemos. Atormentando a los más pequeños. Odiando todo cuanto se cruzara en su camino. Siempre intentando infligir el máximo daño en el menor tiempo.


Y como todos sabemos, se fue quedando cada vez más sola. Hacia el final, casi ninguno de sus hermanos, mi padre entre ellos, mantuvo contacto con ella. Su decrepitud, su triste vida se volvió en su contra y se quedó absolutamente sola, hundida en la miseria, viviendo sólo gracias a la piedad de unas monjas santas que, de no ser por la repentina muerte de mi tía, probablemente hubieran dejado los hábitos en desepseración y pérdida absoluta de fé en la bondad humana.


Esa era mi tía Julia. Un aplauso por su oportuna muerte!

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